La silla de Joan Brossa
Maximum Shame contiene, si la memoria no me engaña, dieciséis mensajes subliminales intencionados —involuntarios probablemente más—. Los hay de diferentes tipos, visuales y sonoros, pero por lo general se trata de fotogramas insertados aquí y allá a lo largo de los 82 minutos de metraje, indetectables para el ojo profano. La imagen que expongo hoy aquí no es exactamente subliminal, aunque sí le pasa desapercibida a muchos espectadores y contiene un mensaje, digamos, sutil. Obsérvenla con atención:
Esta imagen pertenece al primer plano que rodamos y que, una vez montado, da inicio al segundo tercio de la película. En él se muestra cómo el personaje interpretado por Ana Mayo entra por la derecha de cuadro, la cámara inicia una panorámica hacia la izquierda perdiéndola de vista y luego la actriz reaparece por la izquierda, girando sobre sí misma y encaminándose hacia la puerta metálica del fondo. La panorámica pasa de largo sobre una caja de cartón grande depositada en el suelo. El espectador olvida inmediatamente esa caja, que sin embargo reaparecerá al final de la película revelando un secreto importante. Pero no es de la caja de lo que quiero hablar, sino de la silla, de esa silla que cuelga de la pared.
Aquella silla no estaba allí cuando llegamos a la fábrica. Es decir, sí que estaba, pero amontonada junto a otros bultos. Cuando nos dispusimos a rodar el plano cambiamos algunas cosas de sitio, recolocamos el palé, pusimos la caja de cartón... y no sabiendo qué hacer con la silla, Ernest Mascort sugirió colgarla de una cuerda. Ernest Mascort era nuestro Mr. Lobo. O sea, el miembro del equipo que resuelve problemas. Un verso suelto, como un defensa líbero del fútbol. Que yo sepa este cargo no se da en los rodajes de nadie más. El término Mr. Lobo está, obviamente, tomado del personaje Winston The Wolf Wolfe de Pulp Fiction. En fin, a lo que iba: Ernest propuso colgar la silla. Y el caso es que me pareció muy buena idea y la colgamos. Y así aparece en la película.
Pero, ¿por qué me pareció una buena idea? Verán, no acostumbro a tomar este tipo de decisiones a la ligera, basándome tan sólo en criterios estéticos. Tampoco necesariamente narrativos. Esa silla no tiene nada que ver con la trama. Si está ahí es porque a Ernest le pareció que a mí me parecería muy brossiana. Muy de Joan Brossa. Como en efecto sucedió. Porque tiene algo de poema visual de Joan Brossa, no sé el qué, pero algo tiene. Quien no sepa de qué estoy hablando que eche un vistazo a los poemas visuales de Brossa y con suerte intuirá por dónde voy. La obra de Brossa es ingente, descomunal, inabarcable y estoy muy lejos de conocerla en detalle, pero seguro que hizo algo con una silla alguna vez. No estoy diciendo que esta silla colgada pudiera pasar por un poema visual de Brossa. Sólo que, de alguna forma, me pareció que desprendía ese aroma típicamente brossiano. Y eso me bastó para mantenerla dentro del plano.
Maximum Shame no tiene nada que ver con Brossa. Pero yo sí, algo. Rodé hace años una película de 52 minutos basada en textos suyos, le conocí en persona, tuve una larga conversación con él en su estudio con motivo de un documental que no llegué a realizar, sentí por él una gran admiración en vida, sigo considerando su obra como una de las más originales y estimulantes que han surgido en la Europa del siglo XX y nunca he dejado de sentirla como un manantial inagotable poco explotado. Creo que su obra se debería exponer, filmar, publicar y escenificar más, con mayor frecuencia y en más sitios. De ahí que presente esa silla, ese fetiche en suspenso, como un pequeño homenaje a ese genio tan prolífico y adelantado a su tiempo y explique todo esto para que así conste y para propagar el virus un poco más.
© Carlos Atanes
Madrid, 16 de agosto de 2012